lunes, 5 de marzo de 2012

ESTA VEZ, COMPLETA

Cada persona tiene anécdotas preferidas. Esas que relata cada tanto. Mi esposo posee varias. Pero hay una, en particular, que narra con un especial cariño, aunque siempre queda inconclusa. O mejor dicho, quedaba.
En el HaIom Iom (De día en día) antología de aforismos y costumbres, ordenados de acuerdo a los días del año, compilado y ordenado por el Rebe de Lubavitch (Editorial Kehot Sudamericana) dice:
“El Alter Rebe, al principio de su liderazgo, enseñó: “Di-s dispone los pasos del hombre” Cuando un judío llega a un lugar, ello obedece a un objetivo: cumplir una mitzvá, ya sea entre el hombre y Di-s, o entre el hombre y su semejante. El judío es un emisario del Altísimo. Un emisario, dondequiera esté, representa el poder de quien lo enviara. La superioridad de las almas frente a los ángeles (que también son “emisarios”) es que en las almas ello es en virtud de la Torá”.
Además de las cosas que nos proponemos hacer y logramos, existen miles de otras que realizamos, desconociendo las consecuencias directas e indirectas de nuestros actos. Tampoco comprendemos en profundidad, que cuando ciertos acontecimientos no suceden de acuerdo a lo esperado, en realidad es exactamente lo que debía pasar.
Cuando mi esposo era un joven estudiante, habiendo regresado recién de la Ieshivá en Nueva York, recibió un llamado de un amigo desde Montevideo, Uruguay, solicitándole que fuera a ayudarlo a dirigir un Minián (quórum para el rezo) especial para jóvenes, para Rosh HaShaná. Esto fue antes de que hubiera un emisario del Rebe en ese país. Mi marido aceptó con alegría, viajó y todo lo previsto funcionó perfectamente, y entre otras cosas, el minián fue un éxito. El día que regresaba, era Tzom Guedalia (ayuno de Guedalia) y dado que el viaje en avión era muy corto, no se preocupó por llevar provisiones de alimento kasher consigo, pensando concluir el ayuno en Buenos Aires al anochecer. Pero a los pocos minutos de subir al avión, el comandante informó que debían demorar la partida por un problema climático, e incluso luego, invitó a los pasajeros a volver a la sala de tránsito hasta nuevo aviso. Las horas pasaban, estaba oscureciendo, y el ayuno concluía. Al no tener nada para comer ni existir la posibilidad de comprar alimentos kasher, solicitó que le permitieran hacer un llamado para recibir comida de su amigo. Luego de varios minutos, así lo hizo, y al rato llegó su comida. Todo esto llamó la atención de otro joven pasajero, judío también, que se le acercó. Intercambiaron saludos, hablaron de muchos temas judaicos, y entre otras cosas, este pasajero le expresó su alegría y emoción porque acababa de ser padre de una niña hacía poco tiempo. Al ser invitados a retornar a la nave y comenzar el viaje, mi esposo deseaba entregarle a su interlocutor algún folleto o referente de judaísmo, pero para su gran frustración, no llevaba consigo nada parecido. En ese momento recordó que poseía un pequeño libro, el Tania (base de la Filosofía Jasídica, y escrito por el Alter Rebe) que él mismo había sido enviado a imprimir por orden del Rebe a Chile hacía un mes. Le explicó al joven la importancia de la obra y de la educación judía en particular. Escribió una dedicatoria para la pequeña bebita y firmó. Se lo entregó al orgulloso papá y nunca más se vieron. Así terminaba siempre este relato. Pero ahora puedo agregar algo más.
Este mes estuvimos visitando a nuestras hijas en Miami. Coincidió que en ese período se realizó el Día de los Abuelos en el jardín de infantes donde asisten nuestros nietos. Mi esposo además, era el elegido para dirigir unas palabras al público. Llegamos y mientras nos acomodamos, oímos a gente hablar español argentino. Mi marido se acercó y se presentó. Uno de los hombres de la mesa le preguntó su apellido. Al oír Kapeluschnik exclamó: “¡Yo conozco a Israel Kapeluschnik!” Con sorpresa mi esposo dijo: “Ese soy yo”. Su interlocutor le preguntó: “¿No te acordás de mi? Hace más de 30 años me regalaste un Tania en el aeropuerto de Montevideo” Nos contó que su hija, ya casada y con varios hijos, todavía conserva el Tania en su biblioteca. Y evidentemente, sus hijos asisten a la misma escuela que los nuestros nietos. Es más, su maestra es nuestra querida hija.
Mi esposo relató esto el Shabat siguiente en la Sinagoga del Beit Jabad de Pembroke Pines. Todos se emocionaron y pidieron al Rabino (nuestro yerno) un curso de Tania. Cuando caminábamos de regreso a casa, un joven en bicicleta nos saludó: “Shabat Shalom”. El joven Rabino le preguntó de donde era y el chico, Phill, le contó que recién se había mudado allí con su joven esposa. Quedaron en verse pronto. Comenzó otra historia. Veremos cómo sigue, nuestros pasos son dirigidos…
Miriam Kapeluschnik

miércoles, 27 de abril de 2011

ALARMA CONECTADA

Esta semana sonó la alarma de mi cabeza. Seguramente a todos, cada tanto, les sucede algo similar. Vivís una situación que te sacude y se activa una sirena que trata de despertarte del letargo en el que la rutina, cada tanto, te acuesta.
En las oficinas donde trabajo en difusión de judaísmo, comparto mis días con gente que se dedica a administración y manejo contable. Cada tanto nos tomamos algún ratito para una charlita amena, pasarnos una receta exitosa o intercambiar datos interesantes que pueden ser de utilidad. Personalmente, disfruto mucho de esos minutitos ocasionales, pues refrescan la tarea diaria.
Una de las chicas, una joven mamá muy simpática e inteligente, entró en mi oficina con un cordial pedido de ayuda.
El hijo de su amiga, que asiste a una escuela hebrea auto denominada laica, tenía que llevar como tarea una historia de Shabat con una moraleja. Entonces, sabiendo que trabajamos en la producción de material didáctico judaico, era factible que pudiera ayudar a su amiga a obtener el material requerido.
Al principio me entusiasmé, y comencé a ofrecerle historias conocidas que tenían al Shabat como protagonista. Claro, cada una de las historias que venían a mi mente se relacionaba con el cumplimiento de algún detalle del Shabat. Y eso no coincidía con el estilo de Shabat al que se referían en la escuela. De pronto recordé una historia que parecía factible, pero claro, sucedía un milagro y los milagros… hay que explicarlos. Ni siquiera ofrecí esa opción. Mi frustración fue creciendo. Le conté que la situación se asemejaba a la historia de aquel Rabino que había sido contratado por una comunidad no tan observante. En su primer discurso de Shabat, habló de la importancia de comer kasher. Cuando concluyó alguien se acercó para decirle que de esos temas era mejor no hablar, para no herir susceptibilidades. Lo mismo pasó la semana siguiente cuando habló del cumplimiento del Shabat, y la tercera cuando habló de colocar Tefilín. Desorientado el Rabino preguntó a su interlocutor acerca de qué debería hablar para no molestar a nadie. El hombre le respondió: “Y no sé… ¡hable de de judaísmo!” Las dos nos reímos a carcajadas, pero cuando quedé sola sentí ganas de llorar. ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba siendo testigo vivencial del llamado “abismo” que existe entre una educación judía y otra? Pero… ¿existen dos educaciones judías? ¿Y dónde estaba yo? ¿¿¿En una burbuja??? ¿Qué sentido tendría un Shabat sin los hermosos detalles del Shabat, Pesaj carente de milagros (¡cuando la propia existencia del pueblo judío lo es!) explicando que el cruce del mar no lo fue tanto, la revelación Divina no se nombra, que la libertad es sólo un tema de identidad nacional? Empecé a desesperar, hasta que recordé para qué y para quién trabajamos. El Rebe nos enseñó que sólo hay un tipo de educación judía y es aquella que provee a nuestros niños de la alegría de pertenecer al pueblo de Israel, que se basa en la vivencia constante de los preceptos y tradiciones que hacen que el judaísmo signifique una casa judía, una mesa judía, una boda judía, en definitiva, una vida judía. Pero, pensé, ¿estarán preparados estos chicos para aprender y vivenciar conceptos y tradiciones que parecen tan lejanas?
Vino entonces a mi memoria lo que oí de una de las primeras emisarias del Rebe. Ella relató que con su esposo evaluaban el progreso de una pareja en su compromiso con los preceptos y se preguntaban si estarían preparados para seguir avanzando. Decidieron consultar al Rebe de Lubavitch. La respuesta categórica del Rebe no se hizo esperar: “Están preparados desde el momento de la Entrega de la Torá (en el Sinaí)”. Así nos enseñó. Cada Yehudi puede aprender, vivenciar y disfrutar de su judaísmo. Es parte esencial de su alma y no existen los abismos. La alarma en mi cabeza me despertó. Hay que seguir buscando, sin descanso, los canales necesarios para llegar al corazón de cada judío.
Miriam Kapeluschnik

KAIZEN

No se confundan. No se trata de un artículo en japonés. Toda la idea es explicar el significado e importancia de Sefirat HaOmer (Cuenta del Omer) que realizamos en este período del año judío. Y entonces... ¡¿qué tiene que ver el Kaizen en todo esto?!
Kaizen en japonés significa: 改 KAI ‘cambio’ o ‘acción de enmendar’. Y 善 ZEN 'bueno’. Su traducción al castellano es “mejoramiento continuo”. Se trata de la filosofía asociada al Sistema de Producción Toyota- empresa japonesa fabricante de vehículos- y es utilizado como estrategia o metodología de calidad en muchas empresas exitosas. Todo este concepto suena muy parecido al milenario perfeccionamiento personal judío, que es la esencia de la Cuenta del Omer. Es más, el Judaísmo considera al crecimiento personal como una tarea de toda la vida, 365 días por año. No obstante, todos los años, existe un período de tiempo en el que concentramos todos nuestros esfuerzos. Esto refleja la importancia espiritual de Sefirat HaOmer, los 49 días que hay entre Pesaj y Shavuot.
La palabra hebrea sefirá significa, “contar”. Todas las noches contamos uno de estos 49 días. Pero también significa, “brillar”. Durante estos 49 días, debemos esforzarnos para hacer brillar nuestra personalidad.
Según la tradición mística judía tenemos siete cualidades emocionales fundamentales. Estas cualidades se combinan entre sí para formar la visión completa del sentimiento humano. Siete por siete es 49. Esto no es coincidencia, para cultivar nuestras personalidades espirituales durante estos 49 días, se requiere el refinamiento de nuestras emociones, eliminando su grosería y dirigiéndolas a la Divinidad. Cuando trabajamos para actualizar nuestro potencial emocional, nos preparamos para revivir la experiencia de la entrega de la Torá en Shavuot.
Sin embargo, la máxima experiencia de refinamiento personal llegará en la era de la Redención, cuando “no habrá ni envidia ni competencia...”. Para entonces la chispa Divina que está latente dentro de cada persona se revelará. En la actualidad, es necesario el esfuerzo para apreciar el punto interno espiritual que existe dentro de nosotros. En la era de la Redención veremos las cosas naturalmente.(Rabbi Eliahu Tauger)
La forma más indicada para revelar esa chispa Divina es intensificar nuestros actos de caridad y bondad. Aumentar en el amor al prójimo, ayudar a quien nos necesita. Hacerlo en forma constante. Nadie espera actos titánicos. Se pide de nosotros el día a día. Lo que fue bueno para hoy no es suficiente para mañana. Debe hacerse un pequeño cambio, que aunque diminuto, hará toda la diferencia. ¡¡¡Si el famoso kaizen ha dado resultado a las grandes empresas como Toyota- y que han adoptado otras grandes multinacionales- nuestra sagrada Cuenta del Omer- Sefirat HaOmer- acompañada de todas las enseñanzas que contiene, logrará que seamos meritorios del mejoramiento absoluto que alcanzaremos con la llegada de nuestro justo Mashiaj!!!
Miriam Kapeluschnik

domingo, 24 de octubre de 2010

SARA...

SARA…
Sara. Para mí un nombre hermoso. El nombre de mi madre. Siempre escuché cómo la llamaban. Claro, nunca la llamé por su nombre. Sara, mezcla dulzura con personalidad segura. Sara es el nombre de cuatro de mis nietas. Lo llevan en honor a mi madre. ¡Y qué bien que les queda! Cada una de ellas es diferente, incluso físicamente, pero todas son, gracias a Di-s, brillantes, como lo era su bisabuela. El nombre, la esencia, las une. Mi madre, mis nietas y todas las Sara de todas las épocas, que conocimos y conoceremos se llaman así en honor a la primer Sara, nuestra matriarca. Mucho se habla de esposo, Abraham Avinu, quién forjó el pueblo de Israel y difundió el monoteísmo en el mundo. Pero que algo quede claro: No hubiese podido lograr su cometido sin la ayuda, apoyo y asistencia absoluta y fiel de Sara. Qué mejor entonces, que conocer un poco más de cerca la vida y personalidad de la mujer más famosa e influyente de nuestra historia.
Llamada en un principio Sarai, Di-s le cambia el nombre reemplazando la letra Iud por la Hei. A partir de ese momento es llamada Sara. En hebreo significa “Princesa” “Ilustre” y en arameo “Princesa” “Guardián” “Ángel” y “Genio”. Todas estas características son aplicables a nuestra matriarca. Nieta de Teraj, sobrina de Abraham queda huérfana a muy temprana edad y su abuelo la adopta. Años más tarde contrae matrimonio con Abraham. Era una mujer alegre. Todos sus días fueron felices. Sara se encuentra entre las cuatro mujeres que la Biblia menciona como hermosas. También la llamaban Iská- pues todos se sentían acariciados por su hermosura. Otros atribuyen este nombre a su poder de profecía. Todos los maltratos del camino desde Jarán a Israel no hicieron mella en su belleza. Su beldad opacaba a las demás a punto de decirse que cualquier otra mujer frente a Sara era como un mono frente al ser humano. Fue codiciada por reyes y faraones. Su inmensa modestia y fidelidad a su esposo ayudaron a que fuera reconocida además como una mujer santa. Su atractivo físico era insignificante frente a su profundidad espiritual. Fue una de las siete profetizas que nombra la Biblia. De todas formas, sólo con ella Di-s habló en forma directa y no a través de algún ángel. Cuando tenía cien años estaba tan limpia de pecados como una joven de veinte. Era muy recatada y el cántico compuesto por el rey Salomón “Eshet Jail”- Mujer Virtuosa- define a Sara desde el comienzo hasta el final. Ella apoyó y secundó a Abraham en la difusión del monoteísmo en el mundo, llevando el mensaje entre las mujeres de su generación. Sara era estéril y Di-s la recordó el día de Rosh Hashaná. Cuando logró concebir, también lo lograron muchas otras mujeres en mérito a ella y muchos enfermos se curaron. Al dar a luz a su hijo Itzjak a los 90 años, numerosas mujeres de la nobleza vinieron a visitarla con sus propios bebés. Todos sospechaban que el nacimiento de su hijo era un fraude y en realidad Itzjak era un niño adoptado. Pero Sara amamantó a todos esos infantes demostrando que era la madre legítima de Itzjak. Explican nuestros Sabios que todos los hombres temerosos del Cielo y todos los prosélitos descienden de aquellos bebés que Sara amamantó. Durante todos los días de su vida una nube de honor posaba sobre su tienda, sus puertas abiertas a los cuatro vientos para recibir a quien lo necesitase, la bendición coronaba su masa y su vela estaba encendida desde la víspera del Shabat hasta la víspera del siguiente. Cuando ella falleció, todo esto desapareció. Pero la misma bendición regresó con la llegada de Rivka, su nuera. Sara falleció a los 127 años, plena de belleza espiritual y física, dejando el más importante legado a cada una de las mujeres judías. Que su mérito y enseñanzas iluminen nuestros hogares para lograr completar su misión y la nuestra de hacer de este mundo una morada para Di-s.

Dedicado a mi madre, Sara Ester Gordon, fallecida en la semana de Jaie Sara 5753
Miriam Kapeluschnik

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miércoles, 18 de agosto de 2010

CORO SIN ENSAYO PREVIO

Hablaba por teléfono con mi nuera, intercambiando experiencias y comentarios de rutina. De pronto, me preguntó:
_“Bueno, ¿qué te preparo de postre?”
_”¿¿¿Mmmm???”
-¡Ah! Me olvidé de contarte que vamos a tu casa para Shabat.
Me alegré muchísimo, porque aunque vivimos en la misma ciudad, este acontecimiento tiene lugar pocas veces al año. Shabat es un día muy ocupado para un sheliaj de Jabad. ¡Así es la vida de los emisarios del Rebe!
El viernes por la tarde, todo preparado, cunita, golosinas y otros manjares predilectos incluidos. Llegó la familia. Corridas de último momento, que irrumpen en el ambiente y logran hacer que en esos minutos previos a la llegada del descanso sabático, la adrenalina trepe hasta niveles altísimos. Finalmente, y sin reparar demasiado en ello, al llamado de: “¡Ya hay que encender las velas!” todas las mujeres nos reunimos alrededor de la mesa. Rápido, colocamos el dinero para tzedaká que mi marido deja siempre estratégicamente dispuesto, encendimos los fósforos y cada cual se dedicó a prender sus velas. Cuando me cubrí los ojos con mis manos, como es costumbre, para recitar la bendición correspondiente, escuché lo que para mí sonó como un coro celestial, con las voces de mi hija, mi nuera, mis nietas, acompañando la mía propia. De pronto se mezclaban voces adultas, infantiles, adolescentes, para pronunciar las mismas sagradas palabras que dan la bienvenida y marcan el comienzo del momento más importante de la semana de un judío. Por supuesto que me invadió una profunda emoción. Era sentir un poco de cerca eso que siempre uno escucha acerca de la larga cadena que nos une con nuestros antepasados. El imaginar esta escena repetida por millones, a través de los tiempos y en todo tipo de situaciones. Es sentir nuevamente que en el judaísmo no existen los abismos generacionales: la misma acción, las mismas frases, la misma belleza. Claro, cada uno de acuerdo a su edad, vivirá las cosas diferente y tendrá recuerdos diversos: Por ejemplo, cuando encendía las velas con mi Bobe, me quedaba a su lado esperando que terminara. ¿Qué tenía tanto para decir? ¿Qué leía de ese pequeño librito de tapas negras? Emoción y misterio. Mi madre siempre tenía los ojos llenos de lágrimas al concluir la bendición y pedidos. Desde mi joven perspectiva, todavía no sabía que se puede llorar de alegría y por agradecimiento también. Supongo que mis hijas tendrán su propio bagaje de memorias y así será con sus propias nenas.
Mujeres judías trayendo luz al mundo. Uniendo sus voces desde todos los puntos del planeta para pedir a Di-s paz y bendición. Bienestar y salud. Hijos dignos y fieles a su tradición. Sólo felicidad y prosperidad. Para sus familias, amigos, hombres y mujeres de buena fe, para todo el mundo. Cada semana tenemos la oportunidad de ser parte activa de este coro celestial. Y lo que es más importante, existe la posibilidad de unirnos y unir a quienes nos rodean con el extenso e indestructible lazo que nos conecta a través de los tiempos y las distancias con la eternidad.
Para pertenecer a este coro nos es necesario saber cantar o tener muy buena voz. No hay que asistir a ningún ensayo. Sólo es necesaria la sublime condición de ser una mujer judía.
Miriam Kapeluschnik

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA DIVERSIDAD CULTURAL Y LA TORRE DE BABEL

LA DIVERSIDAD CULTURAL Y LA TORRE DE BABEL
Un anochecer de entre muchos, regresando a mi hogar luego de una jornada de trabajo, estaba planificando el menú de la cena, al igual que cientos de miles de mujeres que meditan acerca de la trascendental comida que servirán a sus seres queridos. Decidí que pescado era una buena idea, pero para darle color y un toque de originalidad podía agregar sushi (con componentes kasher, por supuesto). Repasé mentalmente la lista de ingredientes y supe que me faltaba el arroz especial y la salsa de soja. Desvié mis pasos al supermercado más cercano, y allí cargué en mi canasto ambos ítems. Ya en la línea de la caja rápida, sin quererlo, reparé en la persona que estaba delante de mí. Observé que era un hombre ya mayor, de origen asiático y de inmediato miré mi canasto y luego el de él, asumiendo que llevaríamos elementos parecidos. Para mi sorpresa, su carrito contenía una cantidad de carne de asado, vino tinto y cerveza. Bueno, pensé divertida, soy judía, descendiente de rusos, segunda generación en la Argentina, y estoy preparando sushi que incluso será comido con palitos. Este señor, muy lejos de nuestro menú de esa noche- a pesar de sus raíces- disfrutará de un vernáculo asado. Una verdadera Torre de Babel. Claro, porque la tan famosa diversidad cultural en el ámbito mundial y las diferentes culturas existentes, nacen en este espectacular y gigantesco rascacielos bíblico descripto en la Parshá de Noaj. Hoy, muchos estados y organizaciones consideran que la multiplicidad cultural es parte del patrimonio común de la humanidad y tienen políticas favorables al respecto. En ese entonces, todos los habitantes del planeta prefirieron vivir en un sólo lugar. El hablar un sólo idioma facilitaba las cosas. Pero el Plan Divino era otro. El mundo era grande y debía poblarse. Para que desde los cuatro puntos cardinales se enalteciera Su Nombre. Un intelectual de la época, de apenas 48 años, trató de explicárselos. Se llamaba Abram (después universalmente conocido como Abraham). Todavía no podían comprenderlo. Para esparcirlos, Di-s hizo que cada familia hablara de manera distinta. Allí nacieron las diferentes lenguas y con ello, la diversidad cultural. Pero esta pluralidad, sin embargo, tenía un objetivo en común. Que cada ser humano lleve a cabo la misión que le fue adjudicada: Hacer de este hermoso mundo una morada apta para la Presencia Divina. Y ¿Cómo? Nosotros los iehudím, recibimos los 613 Preceptos de la Torá. Los no judíos, los 7 Preceptos Universales y todos sus detalles, a través de Noaj. Cada uno desde su lugar, trayendo luz y energía positiva a su alrededor. Desde entonces, la humanidad ha crecido y recorrido un largo camino. Existen innumerables culturas, cuantiosos idiomas y dialectos. Un sin número de comidas típicas. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Muchas otras, no tanto. Pero el llamado de Abraham permanece intacto. Ése que habla de conocer y buscar a Di-s en todos nuestros caminos. Ése que nos llevará a llegada del Mashiaj.
N.d.R: El sushi salió bárbaro e imagino que el asado del señor que inspiró esta nota fue un éxito también.
Miriam Kapeluschnik

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viernes, 22 de mayo de 2009

¿TIEMPOS MODERNOS?

La detención de Bernard Madoff ha revolucionado Wall Street. Multimillonario, hombre de familia, filántropo, gestor favorito de los ricos de Florida y Manhattan. Su legado: un fraude de 50.000 millones de dólares, instituciones financieras y grandes fortunas afectadas en todo el mundo. De acuerdo con el FBI, Madoff anunció a sus empleados que no tenía "absolutamente nada” y que iba a entregarse.
Una de las razones más importantes por la cual el fraude no fue detectado, es que sus clientes no estaban interesados en investigar. Además de la rentabilidad que les ofrecía, el hecho de que Madoff gestionara sus inversiones era un símbolo de prestigio y exclusividad.) (De Internet)
Muy a menudo, durante los cursos que dicto o en charlas informales con mujeres judías modernas, con una excelente educación terciaria y un profundo conocimiento de la actualidad, comentamos acerca de la actualidad que manifiesta la Torá en todos los campos conocidos: ciencia, política, psicología, física, medicina, etc. Incluso cuando de repente estudiamos algún tema que analiza la Biblia, el Talmud o la Filosofía Jasídica no dejan de sorprenderse y maravillarse. Siempre, con una sonrisa, llegamos a la misma conclusión: “¡Y después dicen que la Torá no es moderna!”.
Cuando estudiamos los pasajes bíblicos referentes a la prohibición de la idolatría, puede parecernos algo totalmente arcaico. Nos cuesta incluso imaginar que seres humanos inteligentes adoraran una piedra o un árbol. Pero la Torá no habla en tiempo pretérito cuando nos exige no practicar ningún tipo de idolatría. ¿Qué pasa? Vivimos en otra época, lejana de la antigüedad. ¡Manejamos computadoras, blackberrys, Internet!
El Alter Rebe- Rabí Shneur Zalman de Liadi- dijo:
“Los Hombres de la Gran Asamblea (Anshei Kneset HaGdolá- Aprox año 300 a.e.c Herederos de los Profetas y precursores de los Sabios de la Mishná) invalidaron la avidez por la idolatría y que en su lugar exista la ambición por el dinero. Y no sé si fue beneficioso...”
En estos últimos tiempos, sólo se escuchaba hablar de valores importantes. De Wall Street, Nasdaq, Dow Jones, hedge founds. Claro, quienes manejaban esos términos y por supuesto la enorme cantidad de dinero que a través de ellos circula, eran considerados intocables, glamorosos, hasta cuasi sagrados.
Sin embargo, estas últimas semanas fuimos testigos de lo moderna que puede ser la advertencia de no realizar idolatría en nuestros días. En muy poco tiempo, aquellos que sólo confiaban en Madoff, que apostaron ciegamente todo lo que tenían a su palabra, quienes lo veían como el gurú de las finanzas, el epítome del éxito eterno, presenciaron su derrumbe estrepitoso. De master pasó a delincuente común. De hombre honorable a ladrón.
Cayó un ídolo de papel. Dejó detrás un enorme grupo de damnificados directos. Pero nosotros, como iehudím, debemos mirar un poco más allá. El judaísmo nos enseña lo importante que son los valores. Pero no los que cotizan en Wall Street. Los valores eternos de la Torá. El estudio de sus leyes y el apego a sus preceptos. Estos son los que siempre están vigentes y están en oposición diametral a los valores que implican la persecución de los bienes materiales. Dice en el Pirkei Avot (Cap. II Mishná 7-Legado Ancestral Editorial Benei Sholem): “...{Más} el aumentar Torá, aumenta la vida; el estudio asiduo aumenta la sabiduría; el aumentar consejo, aumenta el entendimiento; el aumentar la caridad aumenta la paz. Quien ha adquirido un buen nombre, lo ha adquirido para sí...” El buen nombre no es un mero beneficio externo, sino una parte integral de la persona que se ha apegado al estudio y las buenas acciones. Algo que conserva y lo acompaña incluso después de la muerte y que es incomparable a los valores terrenales que son superficiales. La Torá es actual, sin duda. Lo importante es tenerlo claro y saber dónde invertir de verdad.
Miriam Kapeluschnik

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