lunes, 14 de mayo de 2007

EL ÁRBOL Y YO...

¿Quién no posee una historia en su vida que lo una a un árbol? Quizás usted cree que no tiene ninguna. Sin embargo le propongo un corto y refrescante ejercicio: Cierre los ojos por un instante y trate de recordar, busque un árbol en su memoria. Seguramente lo hallará.
Si evoca momentos de la infancia, probablemente aparecerá la figura de ese árbol al que quizás trepaba, con el que jugaba, o simplemente lo cobijaba bajo su sombra en las tardes de calor.
Otro se acordará que quizás ese árbol había sido plantado por un ser querido y esto le otorgaba una mayor importancia. Personalmente recuerdo el naranjo que crecía en la casa de mi Bobe y que había sido plantado por el Zeide. Y me sonrío al pensar que cuando se construyó un techo, se dejó un espacio para que el árbol siguiera allí. ¡Ahora... abra los ojos! ¿Cuánto hace que no se para en un bosque, en una plaza y en silencio observa la figura del árbol? ¿Se fijó lo mucho que el árbol se parece a usted? Vamos, lo acompaño en su reconocimiento: Si empezamos de abajo hacia arriba hallaremos la raíz, que está enterrada en la tierra y es la que lo provee de vitalidad. Cuando las raíces son fuertes y profundas, ningún viento podrá voltearlo. Nuestra raíz es la Emuná-fe. Es la que nos conecta con el Creador y debe ser fuerte para permitirnos crecer y desarrollarnos, a pesar de las tempestades.
El tronco y las ramas que de éste crecen son la parte más amplia del árbol. La belleza del mismo se manifiesta a través de sus ramas y hojas. El tronco crece constantemente y representa a la Torá que estudiamos y las Mitzvot que cumplimos. Ellas ocupan la mayor parte de nuestra vida. Sin embargo, el árbol alcanza su perfección cuando da frutos. Tendemos a alcanzar la perfección cuando no nos contentamos con hacer lo que debemos con respecto a nosotros mismos, sino cuando además tratamos de influir en nuestro alrededor para que todos sean árboles con fuertes raíces- fe, un grueso tronco- Torá y Mitzvot, y que den dulces frutos- es decir, se dediquen también a ayudar a los demás. ¿Todavía está allí parado? Aguce su oído. ¿Puede oír el sonido que producen las hojas al moverse con el viento? ¿Sabe lo que dicen?: ¡SHANÁ TOVA! ¿Cómo? ¿Por qué? Pues este martes 25 de enero, es 15 de Shvat, ROSH HASHANÁ LAILANOT- Año Nuevo de los Árboles. Festejémoslo pues, tratando de reforzar cada una de las partes que están en nosotros y que son tan similares a nuestro fiel amigo: el árbol.
Miriam Kapeluschnik (basado en una Sijá del Rebe)

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